Si la semana pasada te hablaba de autocuidado, el mensaje que vengo a lanzarte hoy es claro y conciso: No te quemes. No llegues a tu punto de no retorno.

Primero quiero contarte una historia, la historia de cuando me di cuenta que el sector de la construcción no era para mí.

Ya he comentado alguna vez que nada más terminar la carrera empecé a trabajar en la empresa familiar como responsable de administración. Esta empresa, en el sector de la construcción, y a caballo entre Francia y España, es una PyME modesta que gracias al tesón de mi padre, su fundador, aguantó los años más duros después del estallido de la burbuja inmobiliaria.

Yo acababa de licenciarme en matemáticas y mi experiencia como administrativa era la resultante de hacer de refuerzo durante algún verano para sacarme un dinero extra. Vamos, que me encontré llevando la administración de dos empresas disponiendo de tan solo algunas nociones básicas.

Pero eso no supuso un problema. Por suerte teníamos asesores que respondían amablemente mis preguntas una y otra vez. Y cuando me lo propongo, a cabezona no me gana nadie, así que en unos meses fui capaz de llevarlo todo yo sola. Incluso realicé mejoras y solucioné asuntos que llevaban años por solucionar.

Sin embargo, la gestión continua de urgencias, el vínculo emocional con la empresa familiar, las personas que continuamente ponían en entredicho mi toma de decisiones y el hecho de no llegar nunca a desconectar del todo, me llevaron hasta el punto de no retorno.

Iba a trabajar sin ganas, triste y de mal humor. Hacía mi trabajo sin emoción. Yo, una PAS de las intensitas. Y la situación se convirtió en algo insostenible. Estaba quemada y no había otra manera de solucionarlo que desvinculándome completamente de la empresa.

Visto en perspectiva, creo que podría haber evitado muchas cosas si no me hubiera permitido llegar al punto de no retorno. Pero cuando me di cuenta era demasiado tarde.

Al crear nuestro propio negocio, nos toca convertirnos en la mujer de las mil cabezas y estar en todos los frentes. Eso, no es del todo malo porque, entre otras cosas, nos ayuda a conocer a fondo todo lo que conlleva nuestro negocio y el crecimiento profesional es exponencial.

Sin embargo, a veces llega un momento en que el trabajo se termina acumulando y llegar a todo se hace un juego de malabares. Es fácil terminar echándole demasiadas horas al día y no desconectar nunca.

Y, como yo, llegar a ese punto de no poder más.

Pero este es nuestro negocio y debe estar creado a nuestra medida. Por eso es importante escucharnos y ver qué resuena con nosotras en ese momento y qué nos hace menos felices. Para que no te quemes.

Porque si nos quemamos, posiblemente queramos salir corriendo.

No te quemes fierecilla. Haz por desconectar, no repitas patrones que sientes que no te hacen feliz, no aceptes clientes que no encajen contigo, delega si sientes que tienes que delegar y, sobre todo, haz por cuidar de ti para cuidar de tu negocio.

¿Has llegado alguna vez a tu punto de no retorno? Cuéntame más abajo cómo fue, ¡nos encantará leerte!

¡Un abrazo enorme!

 

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